«Me sentí alentado por la manera como habló, para enfrentar el problema de una vez por todas, para preservar la Amazonía», John Kerry, enviado presidencial especial de los Estados Unidos para el Clima durante la COP27.

La nueva ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático, Marina Silva, vuelve a poner en el mapa a Brasil, como uno de los líderes contra el cambio climático, asumiendo su rol fundamental a nivel regional y global, un rol que había dejado de lado en estos años de gobierno de Jair Bolsonaro (2019-2022). El reencuentro entre Lula da Silva y Marina Silva, pone de manifiesto la conceptualización de un nuevo gobierno carioca para las personas, el medio ambiente y el futuro de la Amazonía.

Ya en la COP27, celebrada en Sharm el Sheik, Egipto, se pudo escuchar las palabras de compromiso del presidente, en la necesidad de una lucha transversal contra el cambio climático por parte de Brasil y de su gente, de aceptar el rol que debe tener el país de cara a un problema global. Donde también se presentó la candidatura del país para poder albergar la COP30 en el estado amazónico de Acre, confirmando las intenciones del país de formar parte activa y líder en un plan coordinado con los principales actores internacionales en la lucha contra el cambio climático.

Marina Silva ha sido, desde sus comienzos políticos, un ejemplo de lucha contra las cuestiones medioambientales. En 2008, rompió sus alianzas gubernamentales en el primer mandato de Lula da Silva, al no sentirse suficientemente respaldada en su defensa integral de la mayor selva tropical del planeta. En este 2023, los lanzos entre ambos se han vuelto a unir, y el nuevo presidente ha afirmado, con gran rotundidad, que la cuestión climática será un elemento transversal en esta nueva etapa, un prioridad estratégica del gobierno carioca.

 

Durante el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, la deforestación del Amazonas aumentó en un 60%, y Brasil, en palabras de Marina Silva, se convirtió en un «paria ambiental», una etapa donde se destruyó todos los pasos adelante que se habían dado en etapas anteriores, en torno a la defensa y la mitigación del cambio climático en el país sudamericano. El desmonte de la política socioambiental de Brasil y el riesgo por el que está pasando la democracia del país, son algunas de las sumas consecuencias de un gobierno ultraderechista que ha dejado de lado los verdaderos ejes de actuación del país para este siglo XXI, y de su rol en la sociedad globalizada actual.

Recuperar los mandos del navío, proponer líneas de actuación basadas en las personas, en el desarrollo económico y sostenible del país, son los grandes retos que asume este nuevo gobierno. Un país que debe seguir fortaleciendo sus bases democráticas no sólo de cara a su estabilidad interna, sino también para la región y para el mundo. Una Brasil más fuerte y que sepa asumir su rol en los principales retos que enfrenta en este siglo.